Vandalismo urbano

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Pintarrajeado el casco antiguo

Un concejal lo vio en Yanquilandia, y se lo trajo a su ciudad europea y dieciochesca. Ciudad de tonos claros, suaves, en la que esta agresión resulta menos tolerable que en otras de colorido más contrastado o barroquizante. Pero, de todas formas, es la única de España. En vanguardia, como en todo.

Rayas gruesas de cuatro colores bien vivos, sin faltar el naranja ni el "azul aparcamiento". Once kilómetros de longitud: calcúlese, en un centro del tamaño del gaditano, las revueltas y los trenzados de las cuatro líneas. Estética asfáltica. Y la ciudad neoclásica promocionada a una elegancia de parque de atracciones.

¿Se imaginaría esto en el casco histórico de Toledo o en el de Santiago?

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Macrobotellón en la playa

Cien, doscientas mil personas comiendo, bebiendo, orinando en la orilla, vomitando en la arena. Record Guiness alentado, arengado, publicitado por el Ayuntamiento. Infracción masiva de ¿cuántas leyes?

La Jefatura de Costas puso el grito en el cielo cuando vio los análisis bacterianos. Ante la insistencia de los munícipes, acabaron por mostrarse comprensivos. Lo que no se comprende muy bien es que los gaditanos paguemos la limpieza de lo que ensucian los jóvenes de media Andalucía, que acuden incrédulos a un botellón no sólo permitido, sino anunciado y subvencionado.

Turismo de calidad. E imagen de una ciudad. El País, por ejemplo, titula Un mar de orines


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La gamberrada de los rótulos

En febrero de 2002 empezaron a desaparecer de las calles del casco antiguo los magníficos rótulos que eran parte de su imagen tradicional. Sin consultar ni a los expertos ni a los ciudadanos, el Ayuntamiento quiso darnos a todos una sorpresa (por sólo 50.000 euros nuestros). En su lugar ponían pastiches de unos muy antiguos, de formato reducido.

Quizá por la prisa de darnos la sorpresa, no se reparó en algunos detalles. Empezando porque los rótulos que se destruían eran mucho más hermosos, uniformes, familiares para los gaditanos, vistosos y visibles que sus sustitutos.

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(Por cierto, los rótulos condenados a la piqueta municipal también hacían juego con muchos números de casas, a su vez claramente diferenciados de los números antiguos)

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Después, que se perdía la peculiaridad gaditana de que constara el nombre antiguo bien diferenciado del actual.

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Ahora, las calles, simplemente, tienen dos nombres.

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Otro detalle que se les pasó: el deterioro sistemático de las fachadas, en muchos casos afectando sillares de piedra ostionera.

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Otro: que también se perdía la uniformidad, ya que ahora unas calles tienen rótulos buenos y otras, de los otros (parece que el presupuesto no llegó para todas). A veces, muy cerquita.

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De las principales, unas han tenido más suerte que otras (Ancha vs. Columela).

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Y, a veces, es la misma calle la que cambia de estilo de una esquina a otra.

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El tamaño discreto, eso sí, contribuye a respetar la estética cuidadada del casco antiguo. Se nota que hay un concepto integral de tratamiento.

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Lo que pasa es que, a veces, ni cabe el nombre. Pero siempre hay solución; por ejemplo, jibarizar un poco el de la calle "Obispo José María Rancés".

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La simplificación del nombre de la "Plazuela de las Viudas" tiene mucha más gracia, porque la han colocado justo enfrente de la antigua, que queda como testigo presencial de la operación telegráfica.

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Otro detalle: algunas faltas de ortografía. ¿Preparación para la capitalidad cultural?

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Para terminar (pero el ciudadano curioso debe recorrer todo el viario si quiere apurar el bochorno de todos los "detalles"), veamos cómo otra falta de ortografía (plural sin ese) ha convertido la calle "Bajada de Escribanos" en otra que ya no evoca el gremio que tenía en aquel lugar una de sus sedes.

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Como tampoco la calle "Flamencos" recuerda ahora la importante colonia de Flandes que acogía nuestra ciudad, que para eso se la llamó así. La toponimia urbana como memoria histórica…

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Las azoteas blancas, otra cosa menos

La blancura de sus torres y de las azoteas de sus casas (…) le dan el aspecto de un gran buque de alabastro flotando en medio de los mares… (Francisco Madrazo).

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Cádiz se está quedando sin sus azoteas blancas, uno de los rasgos esenciales de su paisaje urbano. En el curso de unos pocos años, las cubiertas de la ciudad se están oscureciendo súbitamente, para adquirir una coloración decididamente norteña. Ni las fotos aéreas mostrarán dentro de poco el puro contraste del blanco del caserío con el azul del mar, ni los visitantes que se asomen a la torre Tavira, si han leído las conocidas descripciones que los escritores románticos hicieron del albeante laberinto que corona la ciudad, lo reconocerán en la extensión de triste rojo oscuro ofrecido ahora a sus ojos.

El motivo es la reciente boga de una pintura impermeabilizadora. Ahora bien, esa misma pintura se fabrica también en color blanco. Así que bastaría una sencilla ordenanza del Ayuntamiento para evitar el desaguisado. Cuando vemos de qué manera se preocupan los responsables locales en tantos pueblos y ciudades históricas de conservar los colores característicos de sus arquitecturas, cuesta entender el grado de dejadez y desprecio de los nuestros.




Aguas fecales turísticas

Apenas a tres metros de un mirador a la bahía, junto a la muralla de San Carlos, resulta fácil de ver y de oler. No es, ni mucho menos, el vertido de aguas negras más importante de la ciudad; sólo uno de los más accesibles y fotogénicos. Los del Campo del Sur (uno frente a la catedral vieja, el otro frente a la c. San Félix) tienen caudales y -según los vientos y mareas- hedores muy superiores; el de la avenida de la Bahía (cerca de su unión con el paseo de Puntales) es tal que, incluso después de haber sido entubado en un emisario de 700 metros, todavía se olfatea a veces desde el paseo (emisario de "aguas pluviales", según reza la cartelería que pusieron durante las obras).

Como las autoridades y sus medios de información independientes aseguran que desde hace años aquí no hay ningún vertido al mar de aguas residuales, estos casos habrá quizá que atribuirlos a alguna forma nueva de vandalismo juvenil.

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LO QUE CUENTAN LOS PESCADORES



La punta de Poniente, rota

Esta fotografía aérea muestra cómo era el arrecife de roca ostionera de la punta de Poniente desde que los fenicios llegaron a esta isla hasta abril de 2008. Puede apreciarse, a pesar de que está tomada con la piedra sumergida, su forma de lanza penetrando en el mar hacia el sudoeste.

Para muchos gaditanos es parte del paisaje, no sólo del de su espacio, sino también del paisaje de su tiempo vivido. Sobre todo, de su infancia: cuando aquel camino se iba abriendo según bajaba la marea, un camino que entraba en el mar, y que pululaba de vida menuda, escondidiza…

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Lo decidieron entre cuatro técnicos y seis políticos, ninguno de los cuales buscaba allí cangrejos de pequeño. Y no consideraron que hubiese que consultarlo a la gente.

Motivo aducido: instalar un emisario de aguas pluviales. Los vecinos saben de sobra que, en verano, el problema causado en la playa por las lluvias no llega a grave. Y también saben que lo que se trata de ocultar son las aguas negras que de vez en cuando afloran en la zona, incluso cuando no llueve.

Pero, en cualquier caso, hubiese bastado sacar el emisario 50 metros más allá, al otro lado del espigón: con esa simple medida no hubiera habido que tocar el arrecife.



A pudrir los dragos

Los expertos saben que los dragos acaban pudriéndose si se riegan a menudo. En Cádiz, después de varias tristes experiencias (la más sonada fue la del drago que había detrás del Hotel Regio), ni siquiera hay que ser experto. Sin embargo, nuestro Ayuntamiento continúa regándolos como si fueran césped. Según parece, han conseguido pudrir el magnífico ejemplar de la Puerta de Tierra, aunque todvía aguanta en pie: ¡ojalá se salve!. Cuando se denunció la posible mala fe, se apresuraron a quitarle el riego, incluso arrancaron el césped que tenía debajo. En la foto se aprecia todavía el delator gotero.

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Lo descarado es que a los que todavía no se han podrido no les retiran el riego, como se deduce del céped que tienen a sus pies. Estos son el de Canalejas y el del jardín del antiguo reloj floral.

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Este de encharcarles las raíces se ve que es el modus operandi favorito. Pero a veces emplean otros más expeditivos. Al del antiguo Gobierno Militar, en cuanto se hicieron cargo del edificio, le desmocharon su hasta entonces perfecta copa. Fue para plantarle encima, un poco a las bravas, eso sí, un cartel que decía Estamos mejorando la ciudad. Y al pequeño que había en la plaza de San Francisco, simplemente lo arrancaron para sustiruitlo por una losa de mármol con un macetón encima. Era muy joven, pero por su situación constituía el heredero natural del venerable del Tinte.

El cielo de los árboles


No la tienen tomada sólo con los dragos



La nueva catedral vieja

Para restaurarla la tuvieron cerrada más tiempo de lo previsto. Quizá por eso, al abrirla nos la entregaron con un extra que nadie había pedido. Una jorobita que le da un aspecto novedoso -maquinaria de climatización-. Le construyeron una mampara de camuflaje, sólo para unos días, porque el desaguisado, naturalmente, lo corregirían pronto. Eso dijeron en septiembre de 2007*. El camuflaje se ve que no es perfecto.

Como quien no quiere la cosa, la Consejería de Cultura ha aumentado la volumetría de un BIC (Bien de Interés Cultural). Bien mirado, puede ser una de sus funciones: hacer más grandes los BICs.

Apréciense los detalles, y el nuevo skyline del monumento.


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*RETIRADO EN MAYO-2008: NUEVE MESES.


Desde el verano de 2008, un nuevo regalito para la fachada del BIC:

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Goma-2 a la Aduana

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Dicen que estorba la vista del muelle (?), y se callan que tienen ya dibujado un edificio delante, mucho más cerca del cantil, que sí que tapará la vista que ahora se disfruta. Dicen que no deja ver la fachada de la estación, y se callan que, una vez levantado el hotelazo previsto encima de la marquesina, la fachada, ya de por sí reducida, parecerá la casita del perro. Dicen que van a confiar la decisión sobre su valor a expertos independientes designados por ellos mismos y, cuando estos se manifiestan inequívocamente por la conservación, esconden el informe en un cajón y se niegan a publicarlo. Dicen que perjudicará a la fluidez en el nudo intercambiador de transportes, y se callan que a una isla se viene porque sí, pero no coge de paso para otros destinos. Dicen cuatro arquitectos modernos que jalean para el derribo -conocidos en la ciudad por acaparar los contratos oficiales- que es un edificio "franquista" y "antimoderno".

Lo que no dicen: que está en perfecto estado, cumpliendo las funciones para las que fue erigido; que sustituirlo costará a los contribuyentes mucho dinero; que su escala es justa la de la ciudad antigua y que responde frente por frente a la otra Aduana, la vieja, abrazando con ella simbólicamente el amplio espacio del muelle, la gran plaza de Cádiz —que es también la puerta por donde entran las mercancías sometidas a aranceles.

Y sobre todo no dicen: que el ansia de explanada que les alienta (desconocida en Venecia) responde, en el fondo, a un concepto de ciudad para el pedorro y, más concreamente, al orgasmo de los seis nuevos carriles que ya viene desde la otra orilla de la bahía.


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¿Por qué no pensamos la ciudad en términos más marítimos? Imaginemos, una vez consumada la decidida eliminación de la pequeña Comandancia, qué hermosamente la Aduana hará fachada urbana sobre la "plaza" del muelle.


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Este soberbio mural de Eduardo Santonja constituye la máxima expresión pictórica del origen de la ciudad. Es paralelo a otro existente en la antigua Bolsa de Londres, donde también se ve un grupo de comerciantes fenicios (tratándose del espacio atlántico, probablemente gaditanos). Lo puede contemplar cualquier ciudadano, pero no está en ningún museo (lo puede contemplar por ahora, mientra no metan la piqueta).


Curiosidad: en MonumentalNet, en el apartado "monumentos civiles", la Aduana de Cádiz aparece, la única del sur peninsular.




la web del Foro en defensa de la Aduana


¡PUDIMOS! (al cabo de 15 meses)



Privatización de una plaza

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Era un lujo gratuito. Y disfrutado. En invierno, los niños jugaban y los ancianos tomaban el sol. En sus bancos, por la noche, pasaban el rato pandillas o parejitas. Había jóvenes que patinaban o que se contorsionaban sobre su enlosado a los sones del breakdance. En verano, los astrónomos aficionados ofrecían sus telescopios a los paseantes en aquel círculo mágico colgado sobre el mar. Y cualquier tarde aquello era un maravilloso observatorio de puestas de sol.

El Ayuntamiento ha decidido poner remedio: entregará a un empresario esta plaza pública para su negocio, quitándosela a sus actuales dueños, los vecinos. Y le permitirá plantar en medio una construcción de dos plantas. Sus planes

(Por cierto, si es por terrazas para tomarse una copa, ya hay una muy agradable a veinte metros de distancia).

Reacción ciudadana

El señorito insulta a los vecinos

Plaza tomada

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Y este junio, en vez de juanillo, hubo pablillo (y pablilla)…

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A un hostelero

Pablo Grossero, los viejos
y/o jipis te saludan:
¡quién ser como tú pudiera
joven y yupi a una!
¡Y que le pongan a uno
tan baratita la luna!






No la tienen tomada sólo con esta plaza



Ni es el único macrokiosco ilegal que quieren plantar





Un libro se refiere ya a esta lucha como ejemplo: véase la ilustración en la página 172 de Espacio público, ciudad y conjuntos históricos, publicado en 2008, correspondiente al capítulo "Espacio público y espacio político. La ciudad como lugar para las estrategias de participación" , escrito por Julio Alguacil Gómez, profesor titular de Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid.

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El sitio web de la plaza



Un ficus menos

Una jaula para simbolizar la libertad: al Big Brother no se le hubiese ocurrido nada mejor. Cuya puerta se abre con dinero (mediante llamadas SMS, parte de cuyo coste dicen que se entregará a una ONG).

¿Por qué lamentarán ciertos críticos serios la epidemia de arte conceptual banalizado? Esta muestra que han pagado generosamente los gaditanos, por cierto, no se ha elegido en un concurso, es un encargo personal. Obsérvese el precioso pedestal decimonónico, de "aplacado" de granito.




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Colocar tal pájaro-jaula sin alas en una rotonda, no hubiera constituido un acto de vandalismo. Lo sombrío del caso es que donde lo han plantado había, desde hacía décadas, otro monumento: un árbol inmenso, con poderosas ramas casi horizontales que se habían extendido en todas direcciones: un pequeño bosque urbano. Una isla verde que refrescaba, un poco antes de llegar al casco antiguo. Refugio para los pájaros de verdad, delicia para el caminante.

Así se veía desde el aire la majestuosa copa:

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La solución, expeditiva: arrancarlo de su suelo, después de humillarlo reduciéndolo a un muñón. Sensibilidad verde-europea. El muñón lo plantaron en otro sitio, para ahorrarse un árbol nuevo, como si un árbol no fuese también sus ramas y el lugar que llenaba desde hacía décadas. Todavía gastaron sarcasmo colocándole un cartel funerario cuyo texto se contagió del lenguaje que pía su sucesor: ¿de qué mejor manera que desarraigándolo y mutilándolo podría GARANTIZAR la conservación de un gran árbol el Big Brother, maestro de retórica, a lo que se ve, de estos desgraciados?

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Pájaros urbanos





Al pájaro-jaula

Desgarraste un árbol vivo
con esas uñas de acero:
al drago acechas ahora,
¡pájaro de mal agüero!






Banderolas o banderillas

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Sí, a este ritmo hará falta mucha rehabilitación. Antes se conformaban con tapar los monumentos con carteles de 12 metros. Las leyes de patrimonio les obligaban a quitarlos, y aquí no ha pasado nada. Ahora han encontrado la forma de que la broma deje huella.

4 taladros por cada banderola, unos 500 en total: piedra ostionera. Ni a la iglesia de Santiago perdonaron, ni al Palacio de Mora. 500 penetraciones, obscenidad explícita: Publicidad vs. Respeto.

La ciudad en manos que no la acarician, sino la arañan.

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prensa


(Y cuando se les echaron encima, los chulitos dijeron que quitarían las banderolas, pero que los soportes se quedarían para los restos. Y, por ahora, han cumplido. Obsérvese las dos piezas, negra arriba y niquelada abajo, cada 15 metros en las calles principales.)

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La banderona del muelle

Cuando arrecian los nacionalismos nos plantan este superestandarte, el mejor de España. La más grande que haiga. Ilusión de hooligans, cabezas rapadas de materia gris y gamberretes políticos. Nueva molestia cotidiana para la gente decente -hoy día, ser decente comporta necesariamente sentir cierta repelencia por las exaltaciones nacionalistas-, que bastante tenía con obviar las enseñas estatales de los edificios oficiales. Como exige la ley; pero esta pasada, ¿a qué? ¡Qué hermosa era la confusión de banderas de todo el mundo arboladas en los barcos del muelle! —cuando ninguna se imponía a las demás.

Era bonito, como metáfora. Ahora ya se aprecia la diferencia.

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Sólo una pregunta. ¿Es la grotesca que ondeó últimamente en el Perejil? ¿O la cruenta de los buenos tiempos coloniales? [respuesta de un gamberrete: "es la constitucional, caballero"].






A la Bandera


A los que allí enfrente cargan las bombas de racimo
cubres con tu manto de discreto fuego y de sangre
callada: aquí ondeas al que llega al muelle aterido
tu otra bienvenida: vuélvete-muérete.

Aquí te trajo el general que ahogó el cantón
y encarceló a nuestro alcalde: aquí, después,
el general que golpeó a la república.

Sábana de féretro, adorno de coso sangriento,
los jóvenes que empuñan armas, los jóvenes
que van a morir jóvenes y murieron jóvenes,
te besan con saliva, sin labios.






Menos casas y más garajes

Se sabe de sobra que las casas del casco antiguo carecen de cimientos, que se apoyan unas en otras; que si se socava un solar para hacer garajes subterráneos, es muy probable que se caigan las de al lado. A lo largo de los años se suceden los derribos provocados de esta manera, con agrias consecuencias para las familias desalojadas de sus viviendas y con un riesgo que sólo la buena suerte, hasta ahora, ha impedido que se traduzca en muertes.

El Ayuntamiento, a pesar de todo, continúa dando licencias para estos socavamientos salvajes. Todo sea por el pedorro, que para ellos es más importante que las casas y que la gente, incluso en un casco antiguo que es, por naturaleza y por sentido común, peatonal.

Las personas que, sabiendo lo que se sabe, firman esas licencias, ¿hay que calificarlas de vándalos? ¿O más bien de criminales?

El último, por ahora



Demolido un patio de columnas

Eran esbeltas, de mármol, y sobre ellas descansaba una arquería. El aljibe tenía un hermoso brocal, también de mármol. Este patio databa del periodo de transición del barroco al neoclásico, y estaba incluido en el nivel 1 del PGOU (el segundo de mayor protección, con estricta prohibición de eliminar nada que no sean elementos adventicios).

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Escandalizados de lo que estaban presenciando, los vecinos del edificio colindante habían denunciado los hechos al Ayuntamiento repetidas veces, desde julio de 2007 -por escrito. La Delegación Municipal de Urbanismo se ubica a 80 metros de este edificio. Alguien tuvo que dar la orden de que ningún técnico apareciera a echar un vistazo hasta que los mármoles hubiesen desaparecido.




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Esto es lo que ha quedado del patio barroco.









Sous la plage, les pavés

De niños, a veces, profundizábamos la arena para convencernos de su misteriosa infinitud: nunca llegábamos a nada que no fuera, más o menos aguanosa, ella misma. Los nuevos niños de nuestra playa, quizá, según donde escarben, se rayen las uñas pronto…


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En vez de arreglar de una vez el sistema de saneamiento, conducir las aguas residuales incontroladas (mezcladas o no con las de lluvia, según la estación) doscientos metros mar adentro, para que no las vea el público. En vez de, en todo caso, meter estas conducciones por la calle o la acera, ahorrar dinero trabajando ahí abajo.

Una tormenta, un desplazamiento de arena bastarán para sacar este pavimento a la vista, o para que algún pie se arrepienta de andar descalzo por la playa.

¿Qué nos estamos dejando quitar, obra a obra?

Antiutopía en acción.



Hormigonando el agua

Julien Gracq, novelista y geógrafo, tituló un libro sobre la ciudad de su adolescencia, Nantes, La forma de una ciudad. En efecto, las ciudades tienen forma. Por eso, también, pueden deformarse.

Hacia 1980 se llegó a un consenso generalizado para poner punto final a los rellenos en la bahía. Después, la pleamar de un capitalismo más salvaje ha favorecido las pretensiones de Dragados (y sus avatares) de seguir adelante con el negocio redondo de sacar tierra de un sitio y echarla en otro, cobrando por partida doble. Las extensiones de cemento de la zona portuaria, contando las actualmente en ejecución y las previstas, alcanzan igual superficie que el casco antiguo. Excrecencia monstruosa. La hermosísima imagen aérea de la ciudad está cambiando de una manera brutal, sin que los ciudadanos casi se enteren. Y no es sólo la imagen, la percepción del entorno también se modifica: desde Canalejas o desde la Cuesta de las Calesas cada vez se ve el agua más reducida y lejana.

¿A cambio de qué? De un negocio portuario que no interesa a la ciudad, por dos razones: porque Cádiz no tiene recursos de espacio (por muchos rellenos que se hagan) para competir a la larga en el tráfico de contenedores (si acaso, en tierra firme); y porque las servidumbres de transporte pesado y los perjuicios para otros desarrollos (turismo, servicios, calidad de vida, medio ambiente) serán una hipoteca cada vez más pesada para la ciudad.

¿Qué hacen los otros puertos tradicionales que continúan con actividad intensa? No agrandarse, sino trasladar sus tráficos de mercancías a nuevas dársenas construidas a kilómetros del casco urbano, con vías de acceso independientes. Bilbao, Marsella, Londres… Y en Venecia no se les ocurre rellenar la laguna: han mandado la actividad portuaria a Porto Marghera. La índole y el tamaño de los puertos actuales los hacen físicamente incompatibles con las ciudades que aspiren a algo.

En los años 70 los muelles, ya de importante extensión en proporción a la ciudad, mantenían todavía con ella una relación que, visto lo que se avecina, podría considerarse de cierto equilibrio y respeto.



Arboricidio remunerado

Con el siglo veintiuno, el Ayuntamiento abre una nueva época para los árboles. Comienza regulando drásticamente a sus jardineros, gente que conocía el oficio y que conocía y quería a su ciudad y a sus jardines. Luego, privatiza gran parte del servicio firmando un contrato millonario con una empresa de envergadura, en el que se incluye una cláusula según la cual es esa empresa, la misma que tiene que cuidar los árboles, la que, en caso de que no los cuide bien y se le estropeen, deberá sustiruirlos -siempre contra pago de una cantidad extra que puede llegar a los 6.000 euros por ejemplar.

Aparte de los fácilmente previsibles, como exceso o falta de riego, uno de los métodos más utilizados están siendo las podas salvajes (o, más bien, finales; y en los casos en que los ejemplares sobreviven, ya la agresiva "remodelación", con gasto de medios mecánicos, justifica las suculentas facturas).

Al laurel de indias del jardín de Varela le han recortado su frondosa copa en un espíritu, digamos que geométrico, de modo que las ramas que "sobraban" dejan tras ellas calvas que hacen llorar a los que lo conocíamos desde la infancia. ¿Qué diría quien ordenó este trasquilamiento si le cortáramos los brazos porque le sobresalen?

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Mismo tratamiento para su colega de San Severiano:

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A este pino del parque Genovés aún (marzo-2009) no le ha llegado el turno. Pero, al otro lado de la verja, sus hermanos del Paseo de Carlos III, de pronto, han dejado de dar sombra, y casi de oler, y de tener copa y forma de pino. ¿En qué los han convertido? ¿En espantajos? ¿En patéticos plumeros?

Más piadoso quizá haberlos talado de una vez… (un pino mutilado de la mayor parte de sus ramas y hojas está condenado a secarse).


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A unos pinos mutilados

Sombra de lo que fueron, ya ni sombra
regalan, ni el montuno aroma seco,
ni las agujas de alfombrar la tierra,
ni los mil nidos de trenzar el eco.


Un mes después, la escuadra con las sierras mecánicas y el resto del imponente utillaje se dirigió a la plaza del Árbol, hasta entonces un umbroso y aromático oasis de Puertatierra. Esto es lo que dejó tras su paso.


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El escuadrón anti-árbol ha pasado también por Bahía Blanca, atraído por sus viejos cinamomos. Como testigos sobrevivientes, véanse los de la calle General Ricardos -olvidada quizá por los depredadores- y algunos de la inmediata avenida:

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Pero por todo el resto del barrio la devastación es general (muñones de ramas cortadas, copas ridículas, formas patéticas de ex-árboles). Téngase en cuenta que las fotos se han tomado en pleno junio, época en que siempre inundaban con su sombra toda la calle.

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Una palmera menos

Era una del tipo clásico de Cádiz, crecida enhiestamente milímetro a milímetro durante unos cuarenta años. Era, también, el alma tranquila del patio del Colegio mayor Beato Diego, y por eso estará en algún rincón de la memoria de muchos ex-colegiales. Pero ya sólo allí. Ha caído por una buena causa: dotar a la remodelación del centro de un aparcadero subterráneo para 120 pedorros, imprescindible en una residencia de estudiantes. [abril-2009]


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Día del Orgullo Andaluz

Intentaron con insistencia exportarnos una feria; al final encontraron un truco, para, al menos durante unas horas…

El viejo Bartolomé Llompart, en una de sus colaboraciones costumbristas del Diario escribió aquello tan justo: que un traje de gitana sienta en Cádiz como a un Cristo dos pistolas. Estos frikis pasan, y pasan por la avenida haciendo su cosplay étnico, sin asomo de apuro.



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